INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

TU PENSAMIENTO CAMBIA TU MUNDO

A pesar de todos los avances tecnológicos y de haber desarrollado mucho conocimiento sobre el ser humano, todavía estamos lejos de comprender el funcionamiento de la mente humana y el poder del pensamiento.

Dicen que la intención es capaz de curar y, en cierta manera, en eso consiste el efecto placebo. El efecto placebo es aquel conjunto de efectos positivos que la administración de una pastilla, terapia o afirmación tienen sobre la salud de una persona, sin motivo científico alguno.

Masuro Emoto lleva cuatro décadas investigando si la intención afecta a las propiedades del agua. Todo lo que existe en este mundo tiene una vibración específica y este autor cree que ésta viaja a través del agua.

Documentó las diferencias en la formación o no formación de cristales en el agua helada según su procedencia y observó que el agua de manantiales naturales formaba cristales hexagonales, mientras que la del grifo no los formaba. Puesto que la música es vibración, expuso muestras de agua a diferentes sinfonías musicales observando la formación de cristales diferentes.

También realizó un experimento similar en el que puso arroz cocido en tres botes herméticos. Durante a un mes emitió la palabra “gracias” a uno de los tarros, “estúpido” a otro e ignoró completamente al tercero. Curiosamente, pasado el mes, el tarro al que le decía gracias fermentó desprendiendo un olor agradable, mientras que el arroz de los otros dos botes se pudrió desprendiendo un olor fétido.

Sus experimentos suscitaron críticas y escepticismos entre la comunidad científica que halló múltiples sesgos y limitaciones. En 2006, Radin, Hayssen, Emoto y Kizu diseñaron una interesante investigación para controlar los sesgos subjetivos en la formación de cristales en agua tratada con la intención, con el propósito de probar científicamente que el agua tiene la capacidad de reflejar el pensamiento humano.

Compraron 4 botellas de plástico de agua embotellada, recipiente que no contenía palabras, símbolos u otras formas grabadas en el plástico. Asignaron al azar dos botellas para que fueran tratadas y las otras dos se reservaron como controles. Las botellas de tratamiento se colocaron dentro de una habitación protegida electromagnética con paredes dobles de acero en Los Ángeles.

Las botellas control se almacenaron en una caja de cartón en un lugar tranquilo del mismo edificio. Las cuatro botellas se mantuvieron a la misma temperatura y fueron manipuladas durante un tiempo similar. Se envió por correo electrónico una fotografía digital de las botellas de tratamiento en la cámara protegida para que sirviera de apoyo visual a un grupo de 2000 personas que estaría dirigiendo intenciones positivas hacia esas botellas desde Tokio a través de una oración.

Tras este proceso se congelaron 50 placas de Petri de cada muestra y luego se fotografió cada una de las muestras usando un microscopio. Después, se pidió a otro grupo de personas que calificaran a ciegas y de forma independiente cada cristal (de uno en uno), en una escala de cero a seis (0 = “no hermoso” y 6 = “muy hermoso”.

El primer resultado fue que las botellas tratadas produjeron más cristales. El segundo resultado fue que los cristales de las botellas tratadas con la intención fueron calificados como más simétricos y estéticamente agradables (p = 0,001).

Cabe decir que la presentación de las imágenes fue aleatorizada de forma independiente y que no se dio ninguna información para que no supieran a qué muestra correspondían las imágenes.

Los investigadores concluyeron que la intención puede influir en la estructura del agua. Con estos resultados y estando el cuerpo humano conformado por un 70% de agua, podemos intuir cómo la calidad de nuestros pensamientos influye en nuestro bienestar y en nuestra salud.

Algo similar pasa con nuestro cuerpo y especialmente con nuestro rostro. Este recipiente biológico, como el agua nos habla de su capacidad y sus competencias. La forma como desenvolvamos las mismas depende plenamente de la intencionalidad de nuestros pensamientos. Por ello que en la Psicología Craneofacial (Psicología Facial o Morfopsicología) no tienen cabida los juicios dicotómicos de bueno/malo, puesto que cualquier estructura está subyugada a los valores con la que la persona ha crecido y la memoria del resultado de las decisiones tomadas en las situaciones que le ha tocado vivir. Además, teniendo en cuenta que las estructuras blandas del rostro son las que contienen mayor cantidad de agua, si los pensamientos son negativos probablemente saquen lo peor de la estructura que se tensará o se languidecerá en demasía. Si los pensamientos son de índole positiva, seguro que sacarán lo mejor de la estructura facial y ésta se mostrará más relajada, pero activa y en equilibrio, incluso dentro de la desarmonía de las formas.

Cualquier análisis facial que no tenga presente el ambiente es de alguna forma parcial. Igualmente es importantísimo que el morfopsicólogo o analista facial trabaje en la calidad de su diálogo interno y autoevalúe su estado de ánimo y la influencia ambiental y situacional, con el objetivo de ofrecer el apoyo más favorable al analizado.

Referencia científica:

Radin, D., Hayssen, G., Emoto, M. y Kizu, T. (2006). Double-blind test of the effects of distant intention on water crystal formation. Explore, 6(5), 408-411.

doi:10.1016/j.explore.2006.06.004